Hace apenas unos días, el Secretario de Estado de Hacienda (Jesús Gascón, al que conozco y aprecio) compareció en el Parlamento donde, entre otras cuestiones, dio cuenta de que en 2022 la recaudación alcanzó los 254.000 millones de euros, lo que supone un incremento del 15% (31.000 millones) respecto a 2021; y 10.000 por encima de lo esperado, focalizándose todo ello especialmente en el IVA, IRPF e IS.
¿Debemos felicitarnos por ello? Bueno, como gallego que soy, diría que “depende”. En un reciente soliloquio ya les decía que el esfuerzo fiscal, en España, ya supera en un 52% la media de la UE. Cabe recordar que el esfuerzo fiscal -a diferencia de la aséptica y fría presión fiscal- pondera la renta per cápita, la economía sumergida, el índice de paro y/o la pirámide de población; índices todos ellos que hacen que su medición sea más realista. Y ese esfuerzo, como también es sabido, ya nos obliga a dedicar más de medio año para mantener el sistema…
Así las cosas, ¿ese nivel histórico de recaudación debe enorgullecernos? Pues insisto en el “depende”. Y es que la capacidad de captar recursos privados para gestionar los gastos públicos nos debiera obligar a replantearnos cuál es el nivel de gasto que nos podemos llegar a permitir sin llegar a asfixiar la iniciativa privada; máxime cuando los intereses -que no el principal- de la deuda pública nacional ya se eleva anualmente por encima de los 30.000 millones de euros.
Recordemos que 2023 ha echado a andar con el alumbramiento de cuatro -¡¡¡4!!!- nuevos impuestos: plástico, grandes fortunas (sic), entidades financieras y energéticas. Recordemos, también, que la inflación opera como el peor de los impuestos, socavando la capacidad de gasto/inversión de la población, con mayor crudeza en las capas más desfavorecidas… Y, por supuesto, recordemos también que el mantenimiento de una tarifa como la del IRPF sin introducir la corrección inflacionaria, provoca un muy sensible incremento de la recaudación cuya legitimidad es lícito cuestionar habida cuenta que no se corresponde -bien al contrario- con un aumento de la capacidad económica de esos mismos contribuyentes a los que, precisamente, perjudica. Y es que el Banco de España atribuye a la inflación el 60% de la recaudación extra…
Dos días después de la comparecencia del Sr. Gascón, Ferrovial anunció su intención de trasladarse a Holanda… Esa decisión es 100% legítima habida cuenta que se hace en ejercicio de una de las libertades fundamentales reconocidas por el Derecho de la propia Unión Europea, que -cabe recordar- es, también, y precisamente por ello, derecho español.
Sea como fuere, además, no parece descabellado intuir que esa mudanza no sea del todo ajena a la ya crónica inestabilidad normativa y, por tanto, a la consiguiente inseguridad jurídica, también la tributaria (que incluye la espasmódica creación de impuestos).
No parece, pues, que la recaudación por la mera recaudación sea como para sacar pecho. Debemos racionalizar el gasto público, modular los impuestos de acuerdo con la inflación, ser prudentes con la creación -¿compulsiva?- de nuevos tributos, propiciar un ambiente amable para la inversión y los negocios que, no se olvide, son la fuente de empleo y, con él, de riqueza, consumo e inversión. Eso es lo que debemos propiciar, y no dejarnos deslumbrar por los cantos de sirena de una elevada recaudación; podría cegarnos. #ciudadaNOsúbdito
Por Javier Gómez Taboada
Abogado tributarista. Socio de MAIO LEGAL (www.maiolegal.com)
Publicado en Atlántico el 12/3/2023