Ascega Hoy

Sallent, la vergüenza nacional

Desde hace algún tiempo, y en ello ha tenido mucho ver el hastío que me ha provocado el hecho de que el clima de confrontación política en España se haya trasladado también a los medios de comunicación, escucho a través de internet muchas emisoras de radio iberoamericanas. Me gusta el estilo de análisis y de reflexión serena que reina en ellas, así como la interlocución con los oyentes. Soy muy fan, por ejemplo, de Julio Lagos, todo un referente de las ondas en Argentina, cuya familia es originaria de Caldas de Reis, y a quien tuve el honor de conocer en un reciente viaje a Sudamérica.

Y ha sido precisamente de periodistas argentinos a los que también sigo, que he sido consciente de la repercusión que en aquel país ha tenido el caso de las dos hermanas gemelas de 12 años que se tiraron desde un balcón en Sallent (Barcelona), una de las cuales falleció y la otra sigue en el hospital en estado de gravedad.

Alana y Leiala llegaron a España, junto a sus padres, hace tres años procedentes de Argentina. La familia buscaba un futuro mejor y se asentaron en una pequeña, y aparentemente tranquila, localidad barcelonesa de poco más de 7.000 habitantes. Ahora, por desgracia, sabemos que de tranquila tenía poco y que las dos gemelas vivieron en estos tres años un calvario lleno de desprecios, insultos y amenazas que las llevaron a tomar tan drástica y dramática decisión.

Pero si el caso de por sí ya es grave, su gravedad se amplifica hasta límites absolutamente intolerables, al saberse que el bullying que las dos niñas soportaban, más allá de otras circunstancias personales que a nadie incumben, estaba provocado por su origen, su acento y por no saber hablar catalán. Pero por dios, ¿en qué sociedad vivimos? ¿Qué tipo de educación han recibido unos adolescentes capaces de someter por semejantes razones a dos niñas a una tortura infinita sin más salida que el abismo?

España es un pueblo de emigrantes. Y de hecho, cuando nuestros abuelos y bisabuelos emigraron también fueron estigmatizados. En Iberoamérica fueron muy populares los chistes de “gallegos” que ridiculizaban el origen humilde y rural de los españoles que allí emigraban. Pero es que estamos hablando de hace más de un siglo. Cuando la cultura o la información era lo que eran.

Lo verdaderamente triste y dramático es que a día de hoy, en una sociedad que presume de  avanzada y moderna, sigan existiendo tragedias como esta. Es una desgracia que cuando los nietos de aquellos que emigraron tienen ahora que volver porque las circunstancias se han dado la vuelta, sean recibidos con humillaciones y desprecio. Y más triste y despreciable aún, que la causa de esas humillaciones sean su origen, la lengua, el acento.

Nuestro país tiene que ser una tierra de oportunidades para quienes hasta aquí vengan. Lleguen de donde lleguen. No podemos hacer distinciones por origen, raza, religión o sexo. Ni, por supuesto, por la lengua. La variedad lingüística que atesora España lo que tiene que hacer es enriquecernos. En ningún caso excluirnos. Y mucho menos provocar situaciones que puedan desembocar en tragedias como la de las gemelas de Sallent.

En Argentina hay un sentir de indignación nacional por este caso. Indignación que comparto. Indignación y vergüenza. Les aseguro que pocas noticias han generado en mí tanto desasosiego. Porque veo en ella, no solo la constatación de una tristísima realidad sino la proyección de un terrible y temible  futuro que no quiero ni deseo ni para los españoles ni para las personas a las que acojamos, como nosotros, en su día, fuimos acogidos.

Por José Luís Vilanova

 

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