Que a las altas esferas de la política -y en esta ocasión tanto me da un color que otro- acostumbran a arribar lo más trepas, los que tienen la cara más dura y los escrúpulos más livianos, y los que jamás cuestionarían su fidelidad al líder, es un viejo axioma que ya damos por asumido, prácticamente desde los inicios de la democracia. Lo que está ocurriendo con las nuevas generaciones de políticos es que además de perder los escrúpulos están perdiendo también la vergüenza, hasta el punto de no preocuparse en disimular ni esconder lo más mínimo ese lado oscuro que conlleva su función. Y así, lo que antes solo se manifestaba en estrechos círculos de intimidad, donde la discreción estaba garantizada, hoy se airea públicamente a través de los medios y las redes sociales sin ningún pudor.
Viene esta reflexión a cuento de las declaraciones del secretario general del PSdG-PSOE, y a la vez, alcalde de As Pontes, Valentín González Formoso, quien, ni corto ni perezoso, y tras conocerse la sentencia que blinda la permanencia de Ence en la ría de Pontevedra hasta 2073, manifestó que la factoría “no debería estar” en Lourizán pero “hay que convivir con esa realidad”. Por si no se había quedado suficientemente a gusto, Formoso reconoció que a día de hoy las instalaciones de Ence en Pontevedra se han quedado obsoletas y reivindicó para la localidad de la que es regidor la nueva fábrica de fibra y papel tisú que Ence tiene previsto crear en Galicia.
Es difícil ser tan insultantemente mezquino en tan poco tiempo.
Lo que el secretario general de los socialistas gallegos nos viene a decir a todos los pontevedreses es “ustedes quédense con la casquería que yo me llevo el solomillo˝. Y nos lo dice a la cara después de que llevamos 60 años soportando una industria que, como él mismo reconoce, no debería estar donde está. Y otro medio siglo que nos queda por aguantar.
En esta ocasión coincido plenamente con la demanda expuesta por CC.OO., que solicita a Ence que traslade a Pontevedra la fábrica que proyecta en As Pontes, ya que solo así, cerrando el ciclo productivo del papel, se cumpliría con una reivindicación histórica de Pontevedra.
La demanda no puede ser más justa. Pero es que además no se trata de un proyecto nuevo que haya surgido como correspondencia a la prórroga concedida. No, no. Se trata de un proyecto del que ya se habló hace 25 años. Y si hoy alguien merece acogerlo es, sin duda, Pontevedra. Más que nunca. Porque 60 años después, lo único que los pontevedreses hemos conseguido es que el futuro del desarrollo de Pontevedra y su comarca pase por mantener Ence otros 50 años aquí. Qué menos, a modo de compensación, que que la nueva planta se quede en nuestro entorno.
Ahora que saben que se van a quedar aquí otro medio siglo, los nuevos propietarios de Ence tienen una oportunidad excepcional para cambiar la imagen que la firma tiene en Pontevedra. Sería suficiente con que garantizasen que su nueva factoría se va a construir en la comarca a la que la actividad de Ence tantos perjuicios ha causado y a la que le va a seguir causando.
Llevársela ahora a As Pontes supondría una afrenta y un desprecio de un tamaño comparable al descaro y la desvergüenza manifestados por González Formoso.
Por José Luís Vilanova.