“Galicia se presenta en Fitur como destino que innova y se especializa con nuevos productos alrededor del patrimonio y la naturaleza”, anunciaba nuestro gobierno autonómico en 2019 en la feria de turismo madrileño. Como slogan institucional y como declaración de intenciones estaba muy bien. Pero de ahí a que se haya hecho realidad va un largo trecho. Un largo trecho que no hemos sido capaces de recorrer. Y no ha sido solo por culpa de la pandemia.
Galicia arrastra desde hace décadas, quién sabe si no más, un mal endémico que nunca ha resuelto: el de la limpieza. “Si no hay limpieza, no hay belleza” reza un certero mantra que ya he repetido en otras ocasiones desde estas mismas líneas. Y, por desgracia, la limpieza y la conservación no son dos de los puntos fuertes en nuestra relación con el paisaje y el entorno natural.
Está muy bien aquello que se decía de crear nuevos productos alrededor del patrimonio y la naturaleza. Pero lo primero que hay que hacer es que el entorno de nuestras joyas arquitectónicas y de nuestros valores naturales esté en perfecto estado de revista y no en el de actual degradación.
Cualquier que recorra las carreteras de nuestra provincia, principalmente las secundarias, se dará cuenta de que la basura y la maleza invaden las cunetas. Cualquier aficionado al senderismo que recorra nuestras caminos y pistas comprobará como esa misma basura y maleza nos asalta a la vuelta de cualquier esquina.
La rotonda de Curro que da entrada a nuestros municipios más turísticos lleva décadas en un estado impresentable.
Resulta desolador contemplar como los espacios públicos, aquellos cuya imagen, adecentamiento y limpieza dependen de las instituciones se mantienen (por llamarlo así) en una lamentable situación que en nada ayuda al embellecimiento de nuestros municipios ni de su privilegiado entorno.
Leía hace unos días que la Xunta de Galicia va a invertir 19 millones de euros en la limpieza de los Caminos de Santiago. Bien está, no lo discuto, y aplaudo este tipo de actuaciones. Pero apostar por la excelencia medioambiental como un valor turístico nos tiene que llevar mucho más allá.
Con ser importante, los Caminos de Santiago son solo una parte de nuestros recursos turísticos. ¿Y qué hacemos con el resto? ¿Los dejamos en el estado de abandono en el que ahora se encuentran?
Quizá complazcamos a los 450.000 peregrinos que llegaron a Santiago en 2022, pero ¿qué imagen se van a llevar los restantes 4.435.000 turistas que nos visitaron en ese mismo ejercicio? Desde luego, no la mejor, ni mucho menos.
Sé que las labores de limpieza y mantenimiento de nuestro territorio no son una tarea sencilla. Es por ello que considero esencial la coordinación y el trabajo conjunto que en este sentido deberían llevar a cabo el gobierno autonómico, las diputaciones, las mancomunidades y los ayuntamientos. El consenso ha de ser total en un cuestión estratégica como es esta. Se trata de un servicio mucho más esencial que otros que se consideran esenciales. Esencial por lo que puede repercutir en cuestiones de higiene, medioambientales y, por supuesto, turísticas.
No parece mucho pedir. Ya lo decían nuestras abuelas. ¿Pobres? Bueno. Pero limpios, siempre.
Por José Luís Vilanova