Siempre me ha sorprendido lo poco racionales que nos mostramos cuando hablamos de lo Publico.
En nuestro manejo particular, quien mas y quien menos solemos medir lo que hacemos conscientes de que los recursos son limitados.
Si que es cierto que contamos con una importante parte irracional de nuestro ser que nos lleva a reajustar las prioridades, pero difícilmente actuamos absolutamente contra la lógica.
¿Por qué con lo público ni actuamos, ni defendemos, ni exigimos lo mismo?
Los paises latinos tenemos colgado ese estigma, sin duda nos manejamos de un modo absolutamente diferente a los de otras latitudes.
Todos hablamos en corrillos de la barbaridad que supuso haber invertido en tres aeropuertos en Galicia pero pocos aceptaríamos que eliminasen el nuestro.
Pues con las fusiones de municipios ocurre lo mismo. Aquí mas que fusiones lo que aceptamos son absorciones.
¿Cuántos estaríamos dispuestos a renunciar a nuestro nombre? Desgraciadamente nos quedamos en los fuegos artificiales, lo de fondo pasa a ser secundario.
Luchar contra los sentimientos nunca fue sencillo, pero no intentarlo ya es un fracaso.
La cuestión es mucho más profunda que la voluntad política de reducir cargos. Tiene mucho más que ver con ese minifundio cultural en el que hemos sido educados.
Hoy que tenemos una Europa fuerte y cohesionada, es tiempo de ir eliminando de nuestras mentes esas antiguas fronteras y esos exacerbados sentimientos nacionales y municipales.
Los mamíferos somos territoriales y muy de nuestra manada, pero creo necesario abrir nuestro territorio y hacer mucho más grande esa manada porque los problemas son los mismos y las soluciones conjuntas son mucho más satisfactorias.
Llevamos años esquivando el problema mancomunando servicios y viendo como una y otra vez fracasa esa colaboración intermunicipal porque en el fondo son competidores entre si.
Se que soy predicador en el desierto pero creo conveniente que el debate de las fusiones municipales siga vivo, porque debiera ser al menos un horizonte deseable
Seguir con la pedagogía es lo que toca.
¡Si fuese lo nuestro ya estaría resuelto!
Por Javier de la Fuente Lago