La primera lección que uno recibe cuando entra en un partido político es algo así como: “cuando entres en mi despacho y veas el cuadro torcido piensa que es posible que yo lo quiera tener así”
Esa enseñanza tiene poco que ver con la diversidad o la originalidad de cada uno sino con ese modo habitual de conquistar espacios en base a destruir todo para luego erigirse como única solución.
En la estrategia de guerra llegan los más bárbaros a arar con sal, pero hacer eso mismo en tu casa y a tu gente no parece inteligente y dice poco de tu interés por hacer progresar tu territorio.
Llamarme romántico en tiempos cruentos o un inocente en tiempos de pillaje pero no veo camino en esa dirección que nos lleve a ningún sitio bueno.
El clásico efecto acción–reacción nos aboca a que cada vez seamos menos guardando los puentes y más eligiendo una de las orillas sin retorno que a su vez abrirán la espita a nuevas tensiones en un proceso sin fin..
Malos tiempos para la lírica, o simplemente un nuevo ciclo de la Historia.
¡Seguro que hay quien se frota las manos viendo como nos manejamos en la vieja Europa!
La cuestión no es cual es el modelo correcto sino si somos capaces de ponernos en el lugar del diferente para tratar de entenderlo. No puede haber comunicación entre partes si no hay puentes.
Si seguimos en esta dirección con una alternancia al estilo péndulo acabará imperando la inestabilidad, la inseguridad económica y posteriormente se empezará a poner en duda la utilidad de las instituciones … ¿O ha empezado ya?
Quizá no podamos esperar que todos los agentes sean un pozo de virtudes pero si al menos nos dejasen un hilo de esperanza sobre su asertividad quizá hoy no estaríamos hablando tanto de la desafección y radicalización de nuestros jóvenes respecto de los grandes partidos.
¡Todos al rincón de pensar!
Por Javier de la Fuente Lago