Un artículo de opinión de «Delachiesa»
No hace mucho tiempo todavía, la solución al problema del hambre en el mundo y particularmente en Africa, se decía que no era enviarles comida y alimentos ( los que nos sobraban en los países desarrollados ), sino enseñarles a pescar, a cazar o a cultivar las tierras; era una metáfora, pero al mismo tiempo se tenía por la solución correcta en forma literal.
La falacia de tal solución era doble: por una parte un africano subdesarrollado otra cosa no sabrá, pero pescar y cazar convendremos que algo más que un urbanita de NY o de Marineda sí que sabe; por otra parte cultivar las tierras africanas, salvo en países muy concretos , es tarea harto complicada, pues de todos es sabido que en los desiertos no crece nada ( ni los israelitas han conseguido en los últimos 60 años nada significativo en sus zonas desérticas y ello a pesar del invento del riego por goteo) , y por otra parte qué sabe de agricultura ese urbanita de NY o de Marineda, que el primer y último animal vivo que conocieron ( y virtualmente ) son los que salen en la película Parque Jurásico , y a los que si les dieran de comer un par de huevos caseros ( que era como antes se denominaba a la alimentación de origen natural ), entrarían en shock hepático.
Obviamente, Africa no ha dejado de ser pobre, pero ahora es Smart.
Es Smart porque increíblemente cualquier “muerto de hambre “ – literal – en Africa, posee un smartphone; no la última versión de Samsung o de Apple, pero si una amplia gama de modelos hechos a partir del mayor parque de desechos de piezas de los smartpfones que aquí en occidente tiramos a la basura ( o en su caso nuestro contratista local de limpieza municipal lo hace ) y que por arte de birli – birloque aparece en Africa; curioso, no ?
Africa por otra parte se ha vuelto territorio de futuro, sea por sus recursos naturales sea por geopolítica, o por ambas; en cualquier caso, algo hay para que China, el nuevo coloso mundial del comercio y las finanzas (debemos recordar que prácticamente toda la deuda pública de occidente incluida la de USA, en dólares, se encuentra en manos de China), sea la propietaria de la mayoría de los puertos y aeropuertos africanos y de más del 30 % del territorio.
Los profetas auspician que para 2030, Africa será territorio estratégico a nivel global y su crecimiento económico ya está siendo exponencial.
Mientras tanto hoy, en el todavía Occidente desarrollado, estamos entretenidos en lo digital, en lo ecológico, en lo verde, en la veganía y en tantas otras cosas inconsistentes más allá de la moda que nos dictan las redes sociales y los influencers, de modo que nuestras más sensibles expectativas descansan en el desarrollo de la inteligencia artificial y otros meta-conceptos , que nos auguran un mundo feliz automatizado, sin más alma o espíritu que la comodidad, la inacción y la seguridad de que nuestros instintos básicos naturales ( hambre, sed, percepciones sensoriales humanas y sentimientos ) van a estar totalmente satisfechos con tan solo pensar en activarlos ( Siri, Cortana y demás avatares se encargarán de ello por nosotros ) , gracias a la sensorización absoluta de todo aquello que nos rodea ( el internet de las cosas IOT, el reconocimiento facial, el aprendizaje automático de las máquinas y un largo etcétera de palabros seductores que inspiran toda nuestra confianza ), a tal punto que pensar en una buena fabada , un exquisito caldo o cocido, o un buen chorizo, constituye hoy ya un reto y un desafío personal insoportable ( por inadmisible ) para una sociedad carente de sabor, de olor, de olfato y de tantos otros sentidos naturales, cuya materia prima no sea el plástico.
El hambre del futuro en occidente no será la ausencia de recursos naturales con los que alimentarnos (dado que nuestra alimentación va camino de convertirse en pastillas de colores y de sabores) sino la falta de silicio y otros minerales misteriosos, con los que fabricamos las partes más críticas de nuestros coches, nuestros aviones y nuestros teléfonos, y en general todos los dispositivos que nos rodean, y que paradoja del destino: esos misteriosos materiales se encuentran básicamente en Africa.